lunes, 20 de octubre de 2008

Coloquio: Música salsa e identidad caribeña.

Coloquio: Música salsa e identidad caribeña.
Propuesta de ponencia (resumen):
Algunos presupuestos teóricos, filosóficos e históricos para abordar al son y la música salsa como legítimas expresiones de la identidad cultural caribeña.
La identidad cultural es el resultado de un largo proceso de asimilación de información, comportamientos y actitudes, donde los valores estéticos adquieren una relevancia primordial. Pero no se deben confundir los niveles superiores de abstracción del pensamiento con criterios de calidad o talento.
Los comportamientos y las actitudes artísticas e incluso estéticas del individuo caribeño son generalmente manifestados en primera instancia a través de su música y la danza unida a ella.
El Caribe es una de las regiones que más alegría aporta al mundo y su música tiene mucho que ver con ello. Diversas culturas africanas y europeas sirvieron de antecedentes a la conformación de tradiciones nuevas en el Caribe. Pero lo importante fue que el gran proceso de occidentalización de la música africana no ocurrió en África, sino en el Nuevo Mundo y una parte importante de él ocurrió en el Caribe.
La contribución esencial hecha por los africanos al Nuevo Mundo, particularmente al Caribe, no está en las reminiscencias africanas que aún se encuentran en nuestra región. Está en las tradiciones, comportamientos, actitudes y rasgos distintivos que ellos fueron capaces de colocar dentro de la emergente cultura musical caribeña. El proceso de su occidentalización le otorgó la importante contemporaneidad, de la cual carece hoy su antecedente africano. Ejemplos evidentes de esto los encontramos en el son y la salsa.
Ponente: Olavo de Jesús Alén Rodríguez
E-mail: olavoalenr@yahoo.com
Telf.: 537- 690 3217
Dirección: Arellano no. 302, entre Luz y C, Lawton, 10 de Octubre, Ciudad de la Habana, Cuba.
Currículo Vitae (resumido). Dr. Olavo Alén Rodríguez, musicólogo.
La Habana, Cuba, 23 de diciembre de 1947.
Estudia música en la Escuela Nacional de Artes en La Habana, donde se gradúa como pianista en 1969. En ese mismo año comienza sus estudios de musicología con Argeliers León. En 1973 viaja a Alemania para cursar la carrera de musicología en la Universidad Humboldt de Berlín. Obtiene su diploma en 1977 y por su trabajo recibe el Premio Humboldt, que entre otras cosas le permite hacer un doctorado en la misma universidad. En 1979 obtiene el título de Doctor Phil. con el resultado académico de Magna cum laude.
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En 1978 es designado director fundador del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana en La Habana, plaza que ocupó hasta el año 2006. Desde entonces trabaja como asesor en la presidencia del Instituto Cubano de la Música. Entre 1980 y 1993 trabaja como profesor en el Instituto Superior de Arte y desde 1986 hasta 1994 es Liasson Officer para Cuba del Consejo Internacional para la Música Tradicional de la UNESCO.
Ha impartido clases sobre música cubana y caribeña en más de cincuenta universidades y conservatorios de más de veinte países. Sus artículos han sido publicados en cinco idiomas diferentes. Ha escrito varios libros sobre diferentes aspectos de la música cubana entre los cuales se encuentran: “La Música de las Sociedades de Tumba Francesa en Cuba”, Ed. Casa de las Américas, 1986 y “De lo Afrocubano a la Salsa” 1ra. Ed. Cubanacán, Puerto Rico 1992; 2da Ed. ARTEX. La Habana, 1994 y 1ra edición en inglés “From Afrocuban Music to Salsa” por Ed. Piranha, Berlín, 1998. Actualmente se encuentra en fase de publicación su libro “Pensamiento Musicológico” por la editorial Letras Cubanas.
Algunos presupuestos teóricos, filosóficos e históricos para abordar al son y la música salsa como legítimas expresiones de la identidad cultural caribeña.
Dr. Olavo Alén Rodríguez
Caribe es el nombre de un mar, pero por supuesto no nos referimos a ese mar cuando analizamos los comportamientos estéticos de aquellos individuos que viven en las tierras aledañas al Mar Caribe. El apelativo Caribe se desprendió, hace ya algún tiempo, de su significado geográfico, para adquirir connotaciones semánticas mucho más allá de la geografía. El término como tal se convirtió en indicativo de un grupo humano de ciertos comportamientos y actitudes – entre ellas las estéticas – con un determinado nivel de homogenización y esto permitió la identificación del grupo. Son precisamente estos comportamientos y actitudes del grupo humano que identificamos como caribeño, el objeto de estudio de este trabajo, observados desde el ángulo de la investigación musicológica, ya que partimos también del criterio, de que los comportamientos y actitudes artísticas e incluso estéticas en general, del 2
individuo caribeño, son manifestados en primera instancia a través de su música y del baile unido a ella.
El Caribe actual es una región económicamente pobre en el mundo, no posee grandes industrias, predomina el monocultivo, no es el lugar donde aparecen los adelantos científicos y tecnológicos de nuestra era… en fin, qué cabría preguntarnos, ¿qué aporta realmente el Caribe al resto del mundo? La mejor respuesta a esta pregunta la encontré años atrás en un libro del sociólogo puertorriqueño Ángel Quintero Rivera titulado ¡Salsa, Sabor y Control! Sociología de la música tropical. La respuesta ahí, se reduce a una sola palabra: alegría. El Caribe es una de las regiones que más alegría aporta al resto del mundo. Alegría que se da en muchas formas, como son entre otras, las hermosas playas existentes en la región, su clímax cálido y agradable, el eterno verdor de sus plantas, las comidas y bebidas típicas de sus habitantes y por supuesto, su música. Pues el Caribe tiene una de las músicas populares más poderosas de la actualidad en el mundo.
Durante el siglo XX se crearon nombres a manera de etiquetas para identificar las formas peculiares de hacer música en el Caribe. Quizás los más conocidos creados en diferentes momentos fueron los de música tropical y posteriormente salsa. Estos nombres surgieron de la necesidad de identificar esta música por individuos ajenos a la región. Nuestras músicas tenía ya nombres para los habitantes del Caribe – son, rumba, merengue, reggeae -, y por supuesto que no eran iguales a los que se nos daban desde afuera. Pero bajo el nombre de esas etiquetas se internacionalizaban las proyecciones estéticas surgidas en el Caribe y con ellas se enriqueció el disfrute estético de individuos de culturas muy diferentes a las nuestras. Estos nombres permitieron encontrar homogeneidad en músicas que realmente eran muy diferentes, pues esta homogeneidad no la daba la música en si, sino el tipo muy específico de alegría que ella era capaz de trasmitir. En este sentido, el baile unido a la música, de la forma en que se da en el Caribe, constituyó en cada momento, un elemento de esencial importancia.
En el Caribe se amalgamaron las culturas musicales de dos continentes de tendencias filosóficas muy diferentes: Europa y África. Europa era ya la representante de ese concepto que luego se dio a conocer como cultura
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occidental y que con el tiempo llegó a predominar en los medios masivos de comunicación en todo el mundo. Las culturas musicales africanas, impactadas en nuestro Caribe por las hegemónicas culturas europeas, lejos de ser destruidas por ellas, utilizaron muy diferentes formas de amalgamiento para tomar a las europeas como si fuesen vehículos y así difundirse por el mundo. Claro que esto no ocurrió de forma consciente, más bien sus protagonistas deben de haber tenido la simple intención de sobrevivir al impacto. Pero el hecho como tal trajo consecuencias no previstas, que por supuesto tuvieron una trascendencia mucho mayor que los objetivos propuestos. La subsistencia fue tan solo el elemento motor inicial, pero este desencadenó un complicado proceso de europeización u occidentalización que tuvo, entre otros resultados, la expansión por el mundo de tradiciones, comportamientos y actitudes estéticas nacidas en el continente africano.
Lo realmente interesante de todo esto es que el gran proceso de occidentalización de la música africana, no tuvo lugar en África, sino en el Nuevo Mundo y parte importante de él aconteció en el Caribe. El resto del planeta, recibió con mayor fuerza los elementos de las diferentes culturas africanas que habían pasado primero por el Nuevo Mundo - sobre todo después que habían sufrido modificaciones como resultado de su impacto con las culturas europeas -, que sus homólogos salidos directamente de África. Incluso todo parece indicar, que mientras más complicado fue el proceso de transculturación a que fueron sometidos – incrementándose así su proceso de occidentalización -, más fácil fue su expansión por el mundo. Un ejemplo claro de esto lo encontramos en la enorme difusión del jazz norteamericano durante el siglo XX y su fácil asimilación por individuos de culturas muy diferentes a él.
Es quizás el hecho real, de que las culturas musicales caribeñas fueron menos occidentalizadas que el jazz, el que decidió que a pesar de su también importante expansión por el mundo, estas no alcanzaran los niveles de difusión de este último. Digo esto sin olvidar que el poder de expansión está en primera instancia relacionado con el poder económico detrás de él. Quizás el concepto queda más claro si nos concentramos en observar la asimilación que se hizo en el resto del mundo del jazz y no observamos simplemente su difusión.
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Las transformaciones que convirtieron este proceso de occidentalización en una realidad, vienen ocurriendo ya desde hace algunos cientos de años y no han concluido aún. Pero, cada vez son menos y menos los elementos puramente africanos que intervienen en ellas, para dar más y cada vez más participación, a los nuevos elementos musicales ya caribeños o en general, americanos, nacidos directamente de aquellos africanos. La evolución que tuvieron las músicas africanas en estas tierras, primero dio origen a una música que podemos denominar como afro-caribeña y la misma constituyó un paso importante en la conformación de una identidad cultural propia para la región.
Después de nacida, la música afro-caribeña, esta se convirtió en un importante reservorio donde se preservaron para el futuro, una buena parte de las tradiciones y expresiones estéticas africanas traídas al Nuevo Mundo. Durante la ejecución de una investigación realizada en la década del 80 por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana, en La Habana, que abarcaba un estudio comparativo de la música bantú en Cuba y en Angola, pudimos constatar que tradiciones e incluso manifestaciones de la música bantú, nacidas en Angola, habían desaparecido allí, pero subsistían en Cuba con relativamente pocos cambios del original. Este hecho solo se puede explicar por la resistencia natural que hizo el esclavo africano al impacto de la cultura europea desde el mismo momento en que pisó tierra cubana. El proceso de transculturación originado como consecuencia de aquel impacto, no ocurrió con esa misma intensidad en África, por cuanto, más que preservar, los africanos se ocuparon de hacer evolucionar y desarrollar sus tradiciones hacia modelos más modernos que estaban regidos por ese concepto que hoy llamamos moda.
Pero los aportes trascendentales obtenidos en el marco de este proceso de occidentalización, aparecieron cuando de la música afro-caribeña comenzaron a nacer comportamientos y actitudes estéticas pertenecientes por completo al individuo caribeño. Hoy día se encuentran más esparcidos por el mundo, estos comportamientos y actitudes estéticas del músico caribeño, que la suma de todos sus equivalentes africanos. Basta solo con recordar la difusión internacional que tuvieron durante el siglo XX el reggae de Jamaica, 5
las orquestas Steel Bands de Trinidad y Tobago, el merengue de Santo Domingo y la rumba, el chachachá y el mambo de Cuba, así como de forma más general, la música conocida como salsa, que representa a toda la región.
Quizás el proceso mismo de occidentalización, deba estudiarse con mayor énfasis, en el momento del consumo de la música y no absolutamente en su fase de creación e interpretación, como se ha venido haciendo hasta ahora. El consumo de una música diferente es capaz de generar cambios en la personalidad estética del receptor. Es importante recordar aquí, que la población de músicos emisores en el Caribe, solo alcanza cifras de miles de personas. Pero debido al desarrollo actual de los medios de comunicación, la música que ellos generan puede alcanzar – y de hecho alcanzan - a millones, e incluso decenas, centenas o miles de millones de personas, esparcidas por todo el globo terráqueo.
El impacto de una música sobre una sociedad determinada o sobre una parte de sus componentes sociales depende mucho de sus creadores e intérpretes. Pero también tiene una enorme importancia la capacidad que tenga el receptor, para asociar esta música con la información musical acumulada por él, anterior a su contacto con ella. Es esta la razón por la cual debemos otorgar la debida importancia a este proceso de occidentalización, ya que es a través de él, que entran en la música africana los elementos que le favorecerán su contacto con toda la cultura occidental. Recordemos que es precisamente esta cultura occidental, la que rige los medios masivos de comunicación en el mundo actual y es la que más se ha impregnado a las personalidades estéticas de la mayoría de los habitantes de la tierra.
Observado este proceso en la forma en que lo hemos expuesto, podemos llegar a la conclusión de que los comportamientos, tradiciones y actitudes estéticas nacidos durante muchos siglos – y quizás milenios - en la música africana, se pudieron esparcir por el mundo gracias al proceso de occidentalización que experimentó esta música en el Nuevo Mundo, fundamentalmente en los Estados Unidos y en el Caribe. Pero esto, analizado a su inversa en nuestra región, nos puede también llevar a concluir, que los elementos esenciales de originalidad que permitieron la internacionalización de la música caribeña – fundamentalmente durante el siglo XX – fueron aportados 6
mayoritariamente por África. Esta misma relación podría aplicarse al entendimiento de muchas expresiones de la música brasileña e incluso al mismo fenómeno de la expansión del jazz norteamericano por todo el mundo occidental.
Es importante comprender que no solo fueron distintas, las culturas dominantes europeas, las que participaron en el proceso de occidentalización de la música africana en el Nuevo Mundo, sino que los métodos empleados en el tratamiento de los esclavos africanos por cada una de ellas, fueron también diferentes. Estos métodos influyeron mucho sobre las condiciones de preservación de las culturas africanas en América. No solo por la forma en que fueron aplicados por los europeos en esta parte del mundo, sino por los comportamientos de reacción, también muy diferentes, que generaron los esclavos africanos en el Nuevo Mundo, para recrear y preservar sus culturas originarias, en las nuevas condiciones de vida a las que fueron sometidos.
El poblamiento africano del Caribe, producto del desarrollo de la trata y la esclavitud llevada a cabo por los europeos, llevó también a la conformación de muchos de los elementos comunes e importantes que se arraigaron en la personalidad estética del individuo caribeño. Es decir, pienso que la homogeneidad de los comportamientos estéticos de los individuos caribeños, ha sido legada fundamentalmente, por los africanos que lo poblaron.
Tanto los españoles como los ingleses y franceses que colonizaron el área posteriormente, adquirieron, por igual, esclavos procedentes de la antigua región del Dahomey, de los territorios que ocupa actualmente Nigeria, o los buscaron entre los múltiples grupos étnicos del conglomerado lingüístico bantú en África. En definitiva, estos esclavos eran trasladados al Nuevo Mundo con el simple propósito de suplir la ausencia de fuerza de trabajo aborigen en el desarrollo económico de las tierras caribeñas. Recordemos aquí que la población aborigen del Caribe fue prácticamente exterminada por el impacto posterior a su conquista.
Por un lado fueron esclavos yorubas los que aprendieron a hablar español o inglés, o fueron miembros del grupo étnico de los ewe-fon quienes aprendieron a hablar español o francés en el Caribe. En definitiva eran
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africanos que fueron sometidos a las presiones de culturas dominantes europeas y que por lo tanto estuvieron obligados a transformar toda una serie de hábitos y costumbres, mayormente con el fin de poder preservar aquellos otros que les eran más importantes para su subsistencia. Visto así, el proceso de occidentalización como tal fue el mismo en todo el Caribe, aunque ocurrió en cada país, entre grupos de individuos étnicamente diferentes.
El africano luchó por la supervivencia cultural en el Caribe, y esto se trasmitió a las nuevas generaciones que nunca tuvieron vínculos físicos con África, pero que sí guardaron férreamente -quizás debido al vínculo existente en África entre familia y cultura- las tradiciones legadas por sus padres y abuelos llegados de aquel continente.
El Caribe se mestizó, no solo de piel sino de cultura. Incluso en aquellos individuos caribeños donde el color de la piel se mantuvo igual al de sus antepasados españoles o al de los antiguos africanos, sus personalidades, sobre todo en lo referente a su proyección estética, se transformaron hasta dar una tipología étnica y cultural diferente.
Los estudiosos de diversas ramas de las ciencias sociales que han abordado el Caribe como objeto de estudio, coinciden por lo general en dividir este territorio tomando como criterio el idioma predominante. Este hecho ha llevado a la conformación de cuatro áreas caribeñas denominadas como hispano-parlante, anglo-parlante, franco-parlante y caribe-holandés.
Se hace difícil hacer una caracterización estética específica para cada una de estas áreas lingüísticas, ya que en sus aspectos más generales, muchos elementos definitorios del comportamiento estético del individuo caribeño son comunes a toda su población, independientemente de la lengua que se hable en cada una de las sub-regiones anteriormente mencionadas.
Ocurre que la subdivisión de Caribe antes mencionada, se corresponde con el idioma predominante en cada área. Pero no debemos olvidar que los idiomas son impuestos por la cultura dominante, lo que no necesariamente ocurre con los patrones de comportamiento estético. Sabemos gracias a la sabiduría de Fernando Ortiz, que fue un proceso de trans-culturación, y no de aculturación o asimilación cultural el cual tuvo lugar en nuestras tierras.
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Durante los procesos de transculturación, ocurre un intercambio de elementos y comportamientos estéticos entre la cultura dominante y la dominada, que funciona independiente de la existencia de su estructura de poder.
Los individuos del caribe hispano hablan el idioma español, impuesto por España, pero los comportamientos estéticos de estos nuevos hispano-parlantes, estuvieron impregnados desde sus inicios de elementos que nacieron, no en España - como el idioma -, sino en diversos lugares de África e incluso en otros lugares de la propia Europa. La desaparición de los idiomas africanos como lenguas vivas en el Caribe, coincidió con el fortalecimiento de algunas de las tradiciones llegadas desde África, sobre todo si se les compara con las originales africanas.
Por ejemplo, la Santería cubana y el Vodú haitiano, son religiones caribeñas que se han expandido más por el mundo, que sus antecedentes directos en África. Asimismo, las tumbadoras y los bongoes, instrumentos de percusión de origen cubano, han alcanzado niveles de utilización en la música del siglo XX y del presente, inconmensurablemente superiores a los de cualquier tambor africano. A pesar de tener estos instrumentos, sus antecedentes, tanto morfológicos como históricos y funcionales, en los instrumentos musicales legados por el conglomerado lingüístico bantú de África septentrional. Asimismo se podrían poner como ejemplos, muchos géneros y estilos de la música popular caribeña o incluso sus formas de baile, las cuales han nacido en el Caribe y posteriormente han sido imitadas en otros continentes como Europa, Asia e incluso en la propia África, que le sirvió de antecedente.
Quizás sería bueno recordar aquí de nuevo, que si al individuo caribeño se le puede señalar como un individuo artístico, indiscutiblemente la forma de proyectarse estéticamente, lo hace en primera instancia a través de la música y la danza unida a ella. No niego las capacidades artísticas de determinados individuos caribeños en las artes plásticas o en la literatura, sobre todo si observamos la existencia del cuento y la poesía popular en nuestra región. Sin embargo, como fenómeno masivo, como comportamiento generalizado, necesario para la personalidad estética del individuo caribeño, escuchar y hacer música, así como mover su cuerpo al compás de ella, constituyen
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características inconmensurablemente más importantes y difundidas, que las pertenecientes al resto de las manifestaciones artísticas que presentan los individuos de esta parte del mundo.
En general, las religiones de antecedente africano en el Caribe utilizaron la música como medio eficaz de comunicación entre los sacerdotes u oficiantes y sus creyentes o seguidores. El canto - generalmente una alternancia entre un solista y un coro formado por todos o un grupo de creyentes - y la ejecución de tambores de muy diversos tipos, constituyeron las formas más frecuentes y comunes mediante la cuál se presentaron sus músicas. La presencia del baile en este contexto religioso – de evidente antecedente africano -, unido a los ritmos de los tambores, también constituyó una característica generalizada en el marco de estas religiones. Quizás este hecho determinó las cercanías existentes entre las formas de hacer música religiosa y las actividades profanas que aparecieron dentro de estos contextos religiosos. Estas últimas, con el tiempo se fueron desprendiendo de los mismos, para adquirir personalidad y vida propia en el Caribe. La presencia misma del baile, como un importante elemento para la comunicación religiosa, constituye un antecedente africano que perdura en las manifestaciones y comportamientos místicos caribeños. En una primera etapa, las músicas africanas se preservaron dentro del favorable contexto religioso que era opuesto a los cambios, pero en un segundo momento una parte de ellas se desprendió de él, para lograr las aceleradas transformaciones que les facilitó el nuevo contexto profano.
Vinculadas a las manifestaciones músico-danzarias de carácter religioso, y dentro del mismo contexto de estas religiones, aparecieron unas fiestas populares y profanas, que con el acontecer histórico se fueron haciendo cada vez más caribeñas. Así, por ejemplo, en el marco de la santería surgen fiestas no rituales conocidas como bembé y como toques de guiro, parecidas a las yukas y makutas practicadas por los descendientes de congos. Estas fiestas constituyeron el puente necesario para llegar, en el transcurso del tiempo a la rumba, que como manifestación con personalidad propia, nació, no solo fuera de África, sino, fuera también del contexto religioso afrocubano, y se ubicó en el modo de vida cotidiano, característico de individuos ya totalmente cubanos. La música afrocubana, como también la afro-caribeña en general, fungió – y lo
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continúa haciendo hoy - como un importante reservorio donde se preservan muchas de las tradiciones traídas desde África por los esclavos. Hace tiempo ya, que esta se convirtió en la fuente más importante de tradiciones y costumbres africanas que enriquece los comportamientos estéticos de los habitantes del Caribe. El puente con África fue destruido al cesar la trata de esclavos. Pero por suerte, ya el reservorio había comenzado a dar sus frutos.
En un primer momento histórico del Caribe en el Nuevo Mundo, fueron mayoritariamente los esclavos africanos los representantes de las culturas dominadas en el marco de los procesos de transculturación que aquí ocurrieron. Con el tiempo les fueron sustituyendo en ese lugar sus descendientes, los trabajadores ¨contratados¨ - traídos de otras partes del mundo -, el creciente sector campesino y de trabajadores agrícolas y el muy heterogéneo sector de obreros que surgió en nuestras tierras. Estos estratos de población constituyeron entonces, las fuentes esenciales para el enriquecimiento de la identidad y la cultura caribeña.
Pero posiblemente, el sector poblacional que más ha contribuido a la conformación de la personalidad estética del individuo caribeño durante los últimos cien años, sea precisamente, el de los músicos nacidos en el Caribe. Ellos han creado patrones de comportamiento estético y social que rebasan ampliamente el marco de la música misma de nuestra región. Estos patrones nacidos en la música, se han integrado a formas mucho mas generalizadas de la vida del caribeño y se han reflejado en sus modales, gestos, entonaciones en el habla, formulaciones artísticas, actitudes sociales, conceptos de educación y moral, y modos de convivencia. Muchos de estos comportamientos y actitudes se han arraigado ya de forma permanente en los individuos quienes habitan el Caribe. Este hecho ha permitido que los músicos ejerzan una importante influencia sobre el resto de la población caribeña, alterando tanto positivamente como de forma negativa sus comportamientos sociales.
En la medida en que la música caribeña incrementó su influencia sobre la identidad cultural de toda la población en el Caribe, la misma se convirtió en un poderoso elemento para su identificación. Lo cierto es que hoy la música del Caribe tiene la fuerza y autenticidad necesarias para interesar y atraer a
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individuos de culturas muy diversas y lugares muy distantes del mundo. La música caribeña se ha convertido además, en un potente símbolo del tipo de alegría que caracteriza toda nuestra región, constituyendo este hecho un factor importante de la identidad misma de las personas que habitan el Caribe.
De manera conclusiva podemos afirmar, que tanto el tambor africano, como también el surgido en su reservorio afro-caribeño, otorgó - en manos del músico caribeño -, ciertos elementos estilísticos esenciales a la música del Caribe que dieron nacimiento a comportamientos estéticos diferentes en las formas de crear y de interpretar la música. Estos, con el tiempo, se distanciaron de forma definitiva de sus antecedentes africanos. A través de la nueva música, se dieron a conocer muchas actitudes y comportamientos estéticos de los habitantes de esta región. Pero junto a los ritmos tocados en estos tambores y a las peculiares formas de interaccionar los músicos durante sus interpretaciones, se expandió por el mundo el concepto de alegría caribeña y toda la filosofía – errada o no – que lo rige. El tambor en el Caribe originó una forma de hacer música, que se extendió, incluso a otros instrumentos musicales también empleados para hacer música caribeña, fueran estos caribeños o no. Tal es el caso del tres cubano, por su peculiar forma de acompañar el canto, totalmente diferente a la de la guitarra y muy semejante a las concepciones rítmicas de los tambores africanos y afro-caribeños. Incluso ese fue también el mismo principio que rigió la organización rítmica de los tumbaos en el piano, durante la interpretación de sones en la música popular cubana del siglo XX.
Todas estas observaciones me llevaron a la conclusión de que la contribución esencial hecha por los africanos al Nuevo Mundo y particularmente al Caribe, no se encuentra en las reminiscencias africanas que aún sobreviven en nuestra región. Incluso, a pesar de su innegable importancia como genuino folklore, que ha permanecido vivo hasta nuestros días. El aspecto decisivo de su contribución se encuentra en los comportamientos, actitudes y rasgos distintivos que ellos fueron capaces de colocar dentro de la emergente cultura musical caribeña. Importante también es que esto ocurrió en una era en la cual nuevas formas de creación artística estaban re-diseñándose por toda nuestra región y la música pudo así aportar tradiciones y 12
comportamientos estéticos que caracterizaron posteriormente al Caribe, otorgándole a su cultura, una importante contemporaneidad, de la cual carece su antecedente africano.
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